Abordaje del Estrés

group of people walking on the stairs

Conocer de dónde deriva el concepto de estrés nos puede ayudar a entender sus diferentes fases, que están vinculadas con lo que llamamos Semáforo del estrés.

El concepto proviene de la física y la arquitectura y hace referencia a la fuerza que se aplica a un objeto antes de deformarlo o romperlo. Más tarde, la idea del “estrés” fue tomada por la Medicina y luego por la Psicología para hacer referencia a los acontecimientos o situaciones de gran presión, con fuertes demandas, que pueden llegar a agotar los recursos -físicos y psíquicos- necesarios para afrontarlos. 

En 1956, Selye describió el Sindrome General de Adaptación distinguiendo 3 fases:

Fase de ALARMA normal, ante una amenaza o peligro con activación predominantemente simpática, donde el cerebro límbico responde a una necesidad de supervivencia. Los cambios fisiológicos que se disparan son adaptativos, el cuerpo cambia y se prepara para la lucha o la huida: se segrega adrenalina y cortisol; el corazón aumenta las palpitaciones; los pulmones aumentan la capacidad de segregar oxígeno; aumenta la circulación, el ritmo   respiratorio, la presión sanguínea abre las venas; se dilatan las pupilas para ver el peligro; el cerebro aumenta el caudal de sangre a los músculos para tensarlos en caso de pelea; se contraen los capilares para minimizar la pérdida de sangre por si hubiera heridas, se produce una inhibición de la actividad parasimpática.

El organismo tiene naturalmente la capacidad de recuperar la homeostasis, a través de mecanismos de  autorregulación y feed back; buscará regularizar el sistema, equilibrar, reparar los daños del momento de alarma. 

Pero si el estresor persiste y se hace crónico, el organismo busca distribuir en forma más paulatina sus recursos y, al mismo tiempo, se procura ahorrar energía en aquellas actividades que no tienen una utilidad inmediata, como las actividades sexuales y reproductoras

Si el impacto es demasiado fuerte, si el individuo no logra descargar, la persona puede empezar a sentir acumulación, sobrecarga, se siente desbordado, siente que sus recursos son escasos o que se acabaron.

Se llega así a la fase de  agotamiento: El organismo pierde su capacidad de resistencia, el sistema desborda, colapsa, implota o explota. El distrés o estrés crónico, tiene efectos perjudiciales no sólo en el plano físico, con repercusiones endocrinas, nerviosas e inmunológicas diversas, sino también en el pensamiento, la conducta, los vínculos, los estados de ánimo, el funcionamiento y el rendimiento en general.

Los procesos de estrés generan una condición Inflamatoria en el organismo, que, sostenido en el tiempo, es la condición y la base de cualquier proceso de enfermedad.

En los aspectos biológicos y fisiológicos -y según la fase en la que estemos- podremos encontrar tensión muscular, palpitaciones, taquicardia, temblores, tics, dolor de cabeza, mareos, náuseas, diarrea o estreñimiento y molestias gástricas. Todo ello puede empeorar y transformarse en úlceras, aumento del colesterol, un colapso del sistema Inmunológico, enfermedades cardíacas, trombosis, ACV, etc.

En relación a los aspectos psicológicos y emocionales, podemos encontrar apatía, aburrimiento, depresión, frustración, agresión, irritabilidad, insomnio, falta de concentración, olvidos, disminución de la libido, bruxismo, ansiedad, preocupación excesiva, fobias, etc.

nivel social es común observar bajo rendimiento laboral o en el estudio, dificultades en los vínculos, reacciones evitativas a los grupos, necesidad de soledad al llegar a la casa, dificultades en el compartir cotidiano, aislamiento, adicciones y salidas “mágicas” a través del alcohol, la droga, estimulantes, cigarrillo, etc.

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